Historia de Arona
La Historia de Arona por Carmen Rosa Pérez Barrios Doctorada en Historia y residente en Arona. Actualmente vive en Valle San Lorenzo y desempeñó la secretaría del Patronato de Cultura de este ayuntamiento hasta 1987.

ARONA: GEOGRAFÍA, HISTORIA, PATRIMONIO

Aspectos geográficos

Arona es un municipio situado en el Sur de Tenerife, como señalaba Madoz “al pie de la montaña llamada Meseta de Escolona”, extendiéndose desde la línea de costa hasta los 900 metros de altitud, aproximadamente. Ocupa una superficie de 86,3 km2, lo que representa un 4,2% de la superficie insular. Limita por el norte con el municipio de Vilaflor de Chasna, con San Miguel de Abona por el este y con Adeje por el oeste. Forma parte de la denominada Comarca de Abona y de la antigua comarca de Chasna.

La orografía se presenta bastante llana, propiciada en buena parte por la plataforma costera de Las Galletas. El municipio registra una pendiente de un 2% en la zona de costa, alcanzando a los 400 metros de altitud una pendiente de un 4%, para subir a partir de aquí a un 12%.

El municipio se sitúa en uno de los ejes estructurales de la Isla, que culmina entre la Punta de La Rasca y la Montaña Roja. Se caracteriza por tener un abundante número de conos volcánicos, y abundantes coladas de la serie III y IV, correspondiéndose estas últimas con un campo de volcanes localizados en torno a Buzanada, y que han rellenado gran parte de la superficie del Valle de San Lorenzo. La escasez de depósitos pumíticos puede derivarse del recubrimiento de los mismos por coladas basálticas cuaternarias, que colmataron gran parte del Valle de San Lorenzo. La juventud de las coladas explica la conservación de las formas originales, con malpaíses (en gran parte colonizados por la agricultura y el ubanismo) y conos volcánicos. Sigue predominando la construcción sobre la erosión (volcanes y malpaíses de La Rasca y Buzanada).

En el complejo volcánico del municipio sobresalen varios roques, siendo el más imponente el de Jama, que marca límite con el municipio de San Miguel de Abona, levantándose por el oeste los de Vento e Igara. En el área costera sobresale el gran domo de Guaza, considerado como una manifestación periférica del edificio Cañadas. Es el mejor ejemplo de los existentes en la Isla, estando compuesto por traquitas y fonolitas. El proceso eruptivo dio lugar a la formación de una meseta que es conocida como Las Mesas de Guaza, provocando las coladas lávicas la formación de un acantilado entre Los Cristianos y la urbanización Palm-Mar (El Risco). El paisaje de la capitalidad del municipio, Arona (casco), está enmarcado, por el lado oeste, por una espectacular estructura volcánica, de la que sobresale el Roque del Conde, relieve que pese a la cercanía a Arona pertenece al municipio de Adeje. 
El abarrancamiento del terreno aumenta según se accede a las medianías. La red de drenaje está marcada por la existencia de dos grandes barrancos, el de Chija, que según se dirige a su desembocadura en Las Galletas, va adquiriendo otras denominaciones (Arafo, Malpaso,…), y el barranco del Rey, que sirve de límite natural con el municipio de Adeje. Ejemplos de otros barrancos son los de El Rio, La Arena, El Topo, Aquilino, etc.

Desde el punto de vista climático, Arona, como el resto del Sur, se caracteriza por la aridez. Las lluvias son escasas e irregulares, y la insolación es bastante alta. En las medianías los niveles de aridez son menores que en las áreas del litoral. Mientras que en la costa, caso de la Punta La Rasca, se registran 97,7 mm. anuales, aproximadamente, en el área de medianías pueden sobrepasar los 200 mm. anuales. En los años en que se producen temporales del sur los totales pluviométricos pueden elevarse considerablemente. Las temperaturas medias oscilan entre los 16 y los 25 grados centígrados, pero con frecuencia se producen olas de calor, como consecuencia de la llegada de aire procedente del Sáhara, que viene acompañado por polvo en suspensión o calima (tiempo de levante). En síntesis el municipio registra elevadas temperaturas, en particular en las áreas del litoral, escasas precipitaciones, visibilidad excelente y elevado número de días soleados.

El clima determina el tipo de vegetación natural, así por debajo de los 400-500 metros encontramos matorral xerófilo, caso de los cardones, tabaibas, ahulagas, etc. En las áreas de medianía, la presencia del antiguo monte termófilo queda atestiguado por la toponimia, así existen lugares conocidos como La Sabinita y El Almácigo. No obstante, en los últimos años se ha tratado de recuperar estas especies.

Los recursos hídricos con los que ha contado el municipio históricamente han sido muy escasos, se reducían a las aguas que quedaban estancadas en los barrancos en tiempos de lluvia, a los eres (excavaciones que se hacían desde época prehispana en las arenas de los barrancos, para hacer aflorar el agua que quedaba retenida en una capa impermeable), y algunos nacientes o fuentes, ya fuera la de Jama, la de Antón Domínguez, la del Cabrial, Chijafe, etc. El abastecimiento hídrico de los vecinos de Arona (casco) se tuvo que hacer mediante la construcción de canalizaciones que trajeron el agua desde los nacientes de Vilaflor (Cuervo, Trevejo). En  el siglo XIX esa red hídrica se mejoró, permitiendo el regadío de algunos campos, con aguas procedentes de Vilaflor y de Adeje (Trevejo, Guayero, Ifonche). En las áreas costeras se utilizó el sistema de pozos (Los Cristianos), pero los mayores éxitos en la obtención de agua se lograron a raíz de la implantación de cultivos de exportación (tomates y papas), en el tránsito del siglo XIX al XX. Se abrieron varias galería (El Río, Chija, La Fuente, El Topo, etc.), que con las aguas que llegaban desde mediados del siglo XX por el Canal del Sur y el Intermedio, cambiaron el paisaje agrario del municipio, sobre todo en las áreas costeras.

El mundo prehispano 

El territorio que conforma el municipio de Arona tradicionalmente se le ha incluido en el antiguo menceyato de Abona, teniendo en cuenta que así lo recogen los primeros repartimientos realizados tras la conquista. No obstante, trabajos más recientes desplazan los límites de dicho menceyato, y colocan parte de Arona en el menceyato de Adeje. La economía de la población aborigen se basaba en el pastoreo de cabras y ovejas, aprovechando los pastizales de Chacacharte, nombre que tras la conquista fue sustituido por el de Ahijadero, haciendo alusión al hecho de traer las cabras para que criaran y pastaran en ese amplio valle. La cría de ganado, incluidos los cerdos, la siembra de cereales de secano, la pesca y el marisqueo complementaban la dieta de la población aborigen. Bethencourt Alfonso recogía de la tradición oral que existían sitios de pesca utilizados por los guanches, en las Bajas de Las Galletas y en zona del Risco de Los Cristianos. Según el citado autor en este último lugar se realizaban competiciones de natación en los juegos beñesmares (juegos rituales).
Existen múltiples referencias sobre los enterramientos practicados por los aborígenes, recogiendo Bethencourt Alfonso los encontrados en el siglo XIX en el barranco de Amara, los Salones de Guaza, en Chija, unos momificados y otros no. En el siglo XX Luis Diego Cuscoy realizó varias prospecciones arqueológicas, por ejemplo en las laderas de Igara, Roque Jama y Vento, realizando algunos hallazgos en el malpaís de Las Galletas y Cho.

El macizo de Jama estuvo ocupado y aprovechado por la población aborigen. De sus creencias podemos destacar que además de a los astros veneraban formas de la naturaleza, ya fueran árboles, montañas, fuentes, monolitos, etc. Para estar más próximos a los poderes celestiales, en días solemnes o con motivos de calamidades se congregaban y organizaban rogativas a las montañas más elevadas, caso de Jama. Bethencourt Alfonso habla de la existencia de un lugar sagrado en esta montaña, conocido como la Cueva de la Iglesia. En este tipo de lugares solían construirse pequeños y rústicos nichos que contenían ídolos, los denominados por los pastores “Santitos Guanches”, como el encontrado a finales del siglo XIX en el Roque Igara (guatimac). La leche y la manteca de las ofrendas se acompañaban de bailes y cantos, invocando los sacerdotes a la divinidad por medio de hogueras, que chispeaban bajo lluvias de sal. Existen noticias que estos ceremoniales se realizaban también en las zonas de costa, por ejemplo, en Las Galletas y en litoral del Cabezo (Los Cristianos).

En el antiguo Chacacharte, en La Fuente,  existía un lugar dotado de un significado mágico religioso, donde se veneraba un árbol, el Drago Santo. La devoción se sustentaba en los efectos medicinales de su sangre, en las curaciones logradas con el elixir de su savia. Pero también porque bajo su sombra los enfermos podían liberarse de los xaxos arrimados  (una especie de espíritus que quedaban en tierra tras la muerte). La relevancia de este Drago Sagrado fue tan grande, que servirá de referencia geográfica en el reparto de tierras tras la conquista castellana.

Según los últimos estudios realizados se puede asegurar que las medianías de Arona y la zona baja de Las Galletas estuvieron habitadas más o menos de forma permanente, existiendo otros lugares de frecuentación, relacionados con actividades, tareas y labores agropecuarias, de captación de recursos (basaltos, barros, agua), donde han aparecido restos líticos.

Se conoce también la existencia de varios tagoros (lugares de asamblea de los guanches) en el municipio. Uno de ellos sería el situado junto a la cueva de Moreque, cerca de Llano Azul, en Guaza, siendo otro el denominado Tagorito.  
Desde los años 80 del siglo pasado se han incorporado al mapa de yacimiento los litófonos, los grabados rupestres, las estaciones de cazoletas y canales y algunos asentamientos en superficie.  Los soportes donde se realizaban los grabados pueden ser duros o blandos, entre los más frecuentes encontramos los basaltos, las fonolitas y las traquitas, y entre las blandas encontraríamos las tobas pumíticas, utilizadas por ejemplo para la realización de cazoletas y canales. La técnica más utilizada es la incisión y los instrumentos utilizados son producto de la industria lítica, realizados en obsidiana o en basalto. Los motivos suelen ser geométricos, más o menos complejos: líneas paralelas, cruzadas, en retículas y con algunas figuras cerradas, sin olvidar alguna inscripción líbica en La Centinela o los podomorfos de El Roquito. En la Piedra de la Señora (La Hoya Romero) se mezclan antiguos y modernos, y en riesgo por su accesibilidad están los de El Almácigo o El Almendro. Entre las estaciones de grabados podemos destacar las del citado Roque de Jama, los del Roquito de Malpaso, El Roquete, Chija, Roque Vento, Chijafe, Igara, Moreque, etc.

Un legado aborigen importante es el que nos deja la toponimia, con nombres como Jama, Chindia, Beña, Buzanada, Cho, Chayofa, Guaza, Achacay, Tinguafaya, Amara, etc.

El Antiguo Régimen

Arona, como el resto del territorio sureño, formó parte de los denominados bandos de paces, es decir, pactaron con los conquistadores para evitar pérdidas humanas. No obstante, este espacio no estuvo exento de violencia, pues por un lado conocemos como en el año 1496 desembarcaba en Los Cristianos un grupo de conquistadores, al mando de Jorge Grimón, para acabar con la resistencia guanche en el reino de Abona “…en las partes de Abona, peleando con los isleños, acudió allí Jorge Grimón con siete espingarderos (escopetas largas), y con su venida se rindieron los de Abona que estaban fuertes en Los Mogotes” (puede hacer referencia a Guaza). Unos años más tarde, en 1502, en la fortaleza de Asiyo o Hio (Roque del Conde) se haría fuerte  el que se había coronado como nuevo mencey, Ichasagua, que lideraría a los aborígenes de Adeje y de Abona, y que según la tradición prefirió suicidarse antes de entregarse a los españoles. Su memoria ha quedado en la toponimia, caso de El Llano del Rey Ichasagua. A partir de este momento la confrontación se debió limitar a alguna escaramuza contra algunos alzados refugiados en las montañas, iniciándose el proceso de colonización del territorio, a cuyo efecto comenzó a llevarse a cabo el reparto de tierras, aguas y otros bienes entre los conquistadores, financieros, funcionarios, aborígenes de otras islas que habían participado en la conquista, lista a la que se sumaran los colonos llegados tras la conquista. 

Algunas de las datas otorgadas hacen referencia explícita al espacio que con los siglos formaría la jurisdicción de Arona. Así, en 1516 el Licenciado Cristóbal de Valcárcel y Pedro de Lugo recibían tierras en el reino de Abona que iban desde “el llano del ahiladero (ahijadero) q. comienza desde la fuente de Jamar… a dar a las Galletas….e hacia las moradas q. se llaman de Guadarteme… a la banda de Aldea Blanca … a dar al corral grande q. dicen de Los Cristianos e por allí arriba hasta el barranco q. está junto al barranco y camino de Adegue…”. El citado Cristóbal de Valcárcel volvería a recibir en 1522 otra data que iría desde el barranco de Las Galletas hasta el Ahijadero, con los pozos que en el barranco había hecho, más 150 fanegadas de un cabo de dicho barranco hasta la montaña de Asiyo (Roque del Conde), más otras 150 fanegadas con todas las moradas y asientos para que llevara sus ganados de cabras y ovejas.

Estos repartimientos dejan de manifiesto la pronta colonización del territorio, pero también el predominio de una economía pastoril. La población aborigen se integraría en la nueva sociedad sobre todo como pastores, aprovechando sus conocimientos en el oficio, del terreno y de los recursos hídricos existentes. La escasa población en los primeros momentos de la colonización favoreció el mantenimiento de una economía ganadera, evidenciada en el propio nombre de Ahijadero, que sustituiría al Chacacharte aborigen (Valle de San Lorenzo). La llegada de nuevos pobladores, paulatinamente, favorecerá el proceso de limpia del territorio, la preparación de campos de cultivo, el desarrollo de un entramado viario, que debió aprovechar las antiguas sendas guanches, y una cierta concentración del hábitat.

En el siglo XVIII se reconocía la entidad de tres caseríos en el espacio que hoy conforma el municipio, uno sería precisamente Arona, otro el Valle (Ahijadero) y el tercero era Cabo Blanco. Naturalmente existiría un hábitat disperso, visible o reconocible aún hoy en el paisaje. A principios del siglo XIX la población se desarrollaba en torno a dos núcleos principales: Arona y el Valle de San Lorenzo. En el entorno del primero se encontraban Altavista, Casas, Vento, Sabinita, Honduras, Túnez, Chamaca, Montaña del Espadal. En el Valle de San Lorenzo se distinguían La Fuente, Barranco, Almácigo, Chindia, Toscal, Calle, Tosca, Beña, Llano Mora y Cabo. Otros caseríos eran los de Cabo Blanco,  Malpéis de Arriba y Orotianda. Los litorales estaban prácticamente despoblados, con una ocupación temporal ligada a la explotación de los recursos pesqueros, la sal, la cal o las labores de embarque y desembarque. Habrá que esperar al último cuarto del siglo XIX para que empiecen a configurarse entidades de población estable, no solo vinculados a la explotación agraria, sino a las labores portuarias que desarrollarán.

La escasez de agua determinará el dominio de una producción agraria de secano. En las labores del campo se utilizaban mulas, bueyes, camellos, etc. El ganado más numeroso era el lanar y el cabrío, cultivándose trigo, cebada centeno, papas, chicharos. Existía una gran abundancia de higueras, pasándose sus frutos. También existían viñas, con una limitada producción de vino blanco. La fertilidad de la tierra anualmente, de medía, era de 5 por 1, pero en años de abundantes lluvias las cosechas llegaban a rendir hasta 10 por 1.

En el Antiguo Régimen las tierras estaban gravadas con tantos censos que apenas había propietarios de bienes libres, lo que influía en la existencia de jornaleros o colonos. Entre los grandes propietarios estaba la Casa Fuerte de Adeje y la familia Soler de Vilaflor, aunque había otros propietarios de vínculos o mayorazgos. Las medidas de superficie utilizadas eran las denominadas de puño, es decir, en una fanegada de trigo se sembraba una fanega de este cereal, pero de forma tan espaciada que podía triplicar la medida utilizada en el norte de la Isla.

La alimentación tradicional estaba basada en el gofio, el queso, las papas y la fruta, unas veces fresca y otras pasada. A principios del siglo XIX se contabilizaba la existencia de 50 telares, al frente de los cuales estaban otras tantas mujeres, y existían 3 hornos de cal y 6 de teja.

Vida religiosa

Hasta finales del siglo XVIII el territorio que en la actualidad integra el municipio de Arona estaba bajo la jurisdicción de la Iglesia de San Pedro de Vilaflor. No obstante, la lejanía y las dificultades de tránsito, particularmente en los inviernos, unido a la existencia de una sociedad creyente, interesada en hacer méritos para la salvación eterna, sin descartar el deseo de ganar prestigio social entre sus conciudadanos, impulsa la creación de Ermitas. Así se levanta en el Valle de Ahijadero una dedicada a San Lorenzo Mártir, atribuida su fundación por la historiografía tradicional a Salvador González Guanche (1622). En el pago de Arona se levantaría otra Ermita dedicada a San Antonio Abad, en este caso se atribuye la fundación a Antón Domínguez, aunque documentación de 1644 demuestra la intervención de otros creyentes en el proceso de creación del templo (el alférez Manuel Montero, Pedro de Armas, Simón de Linares). Antón Domínguez y su mujer María de Linares pagaban a la Ermita para su mantenimiento un tributo desde el año 1644.

El crecimiento demográfico y urbano de Arona, el deseo de ver mejorado el atendimiento espiritual, unido a los enfrentamientos entre los grupos dominantes de Vilaflor y los establecidos en las zonas de medianías, deseosos de un mayor protagonismo local, están en el origen del proceso de segregación religiosa que se lleva a cabo a finales del siglo XVIII. En 1796 varios vecinos (Bartolomé Agustín de Sarabia, José Antonio Sarabia, Pedro Betancurt, Juan de Frías Bello y Tomás de Aponte, entre otros) se obligaban con sus bienes a dotar la luz de la lámpara del Santísimo Sacramento, desde el momento en que la Ermita se erigiese en Iglesia parroquial.

Las aspiraciones del vecindario se hicieron realidad cuando por auto de 30 de marzo de 1796 se convierte en parroquia la Ermita de San Antonio abad, separándose de la Iglesia Matriz de Vilaflor. El 29 de abril de dicho año se señalaban por el Obispo Antonio Tavira los límites de la nueva jurisdicción, que serían posteriormente los municipales. Por el este la linda iba desde la Degollada del Roque de Jama, siguiendo línea recta a la Degollada y Cruz de Oropesa, lomo abajo a dar en la falda del poniente de la Montaña Pelada o Amarilla, situada junto al mar; por el oeste la linda se fijaba en el Barranco del Rey, que separaba de Adeje; por el norte se partía del Saltadero de Las Palomas en el Barranco del Rey, cortando derecho a las Cruces de Altavista, siguiendo a la casa de los herederos de Diego García de Acevedo en La Hondura, cortando a dar donde llamaban Los Cantillos, bajando a unirse en la Degollada del Roque de Jama. Por el sur limitaba con el mar. 

La creación de la nueva Iglesia fue motivo de conflicto, por un lado, porque el Beneficiado de Vilaflor veía reducidos sus ingresos y, por otra, porque los vecinos del Valle del Ahijadero se resistían a ver como su Ermita quedaba agregada a la de San Antonio, aunque se reconocía el derecho a convertirse en Iglesia independiente “hasta que por sí pueda fabricar Iglesia, para erigirse parroquia independiente, separada de la de Arona, cuyo derecho se reserva el susodicho Valle”. 

El deseo de tener Iglesia independiente, junto a factores como el deterioro del templo por el paso de los años, el crecimiento urbano de la llanura del Valle de San Lorenzo, la fuerte pendiente del camino que daba acceso a la Ermita de La Fuente, explican que tras varios intentos frustrados en el siglo XIX, a principios del siglo XX se lleve a cabo el derribo de la Ermita para su reedificación en el llano (El Natero). Las condiciones del nuevo templo propiciarán que, por decreto de 18 de noviembre de 1929, el Obispo Fray Albino elevase la Ermita al rango de Iglesia.

En los demás barrios con el tiempo se irán construyendo otros templos. Así ocurre en Los Cristianos, donde surgen iniciativas para construir una Ermita desde el año 1880. Su construcción se pospuso unas décadas, produciéndose su bendición en 1924, bajo la advocación de la Virgen del Carmen. A finales de esta década se levantaba otro templo en Las Galletas, muy ligada a la población sanmiguelera asentada en el lugar, siendo el santo patrono San Casiano. La bendición de la Ermita se produjo en 1932.

A partir del último tercio del siglo XX se fueron creando otros templos, en concreto: la Iglesia de Cabo Blanco dedicada a San Martín de Porres, la de Buzanada bajo la advocación de la Virgen de la Paz, la de La Sabinita Baja, La Camella, El Fraile, Guaza, Túnez, Las Casas, Guargacho y Parque La Reina.
Los orígenes del municipio de Arona y la política en el siglo XIX.

En el siglo XVIII las reformas administrativas introducidas por Carlos III van a permitir la creación, en todos los municipios, de los cargos de diputado del común y síndico personero, que se encargaban de los abastos y de velar por los intereses públicos, respectivamente. Esta legislación significará un golpe al monopolio político de los poderosos, y en Canarias supondrá el establecimiento de dichos oficios en lugares que hubieran adquirido cierta importancia, desarrollando sus funciones junto a un alcalde real o pedáneo y un fiel de fechos o secretario.

Los vecinos más sobresalientes de Arona comenzaron a vislumbrar la posibilidad de crear una entidad administrativa y jurídica separada de Vilaflor. Distintos factores debieron influir en este proyecto, por un lado, las confrontaciones por el poder que se producían en el Ayuntamiento de Vilaflor, donde los vecinos de San Miguel se singularizaban y competían por el liderazgo,  por otro lado estaba el mayor dinamismo demográfico de las medianías chasneras, probablemente porque en estas áreas la presión de los dueños del mayorazgo Soler era menor, sin descartar el deseo de los artífices de ver aumentada su influencia social en el contexto vecinal o el convencimiento de que una administración más cercana permitiría una mejor gestión de los intereses públicos.

La estrategia que se sigue es la de conseguir la segregación religiosa, elevando a Iglesia parroquial la antigua Ermita de San Antonio Abad, comprometiéndose no solo a su mantenimiento sino a su adecuación. Poco después se comenzaron las gestiones para la segregación administrativa-jurídica de Vilaflor. Se alegó la lejanía, la incapacidad de las justicias de alcanzar con eficacia a Arona, y la importancia que había adquirido el vecindario. El Tribunal Superior de la Real Audiencia de Canarias el 13 de marzo de 1798 dará por separado el pueblo de Arona de la jurisdicción de Vilaflor, debiendo los vecinos elegir cargos públicos para el año 1799 y sucesivos. En concreto un alcalde real, dos diputados del común (el primero electo cesaría al finalizar el año, continuando el segundo durante el año siguiente, en unión de otro recién elegido), un síndico personero y un fiel de fechos.

A la elección debía concurrir el Alcalde Mayor de La Orotava, dando testimonio de las mismas un escribano público, quien se encargaría de comenzar el Libro Capitular del Pueblo. El proceso electoral sería de segundo grado, es decir, los parroquianos elegirían  24 comisarios electores, y éstos votarían a los cargos públicos. Así sucedió el 17 de julio de 1798, en presencia del Licenciado Antonio Minovés y Servos, Abogado de los Reales Consejos y Alcalde Mayor de la Villa de La Orotava, y del escribano Cristóbal Álvarez de Ledesma. Se ordenó el comienzo de la elección de los 24 comisarios y, posteriormente, éstos  eligieron los cargos que habrían de regir en 1799, con el siguiente resultado:

  • Alcalde Real: Bartolomé Agustín Sarabia.
  • Diputado Primero: Domingo de Armas.
  • Diputado Segundo: Domingo de la Sierra Xabriel (el indiano).
  • Síndico Personero: Matías de Frías.
  • Fiel de Fechos: Lorenzo Antonio Sierra.

La nueva jurisdicción nació con limitaciones, pues no se resolvía el problema de los pastos del común o el derecho que a los montes pudiera corresponder a los nuevos pueblos segregados (Arona y San Miguel), manteniéndose el pósito (almacén de granos que se prestaban a los vecinos en tiempos de escasez) bajo la jurisdicción de Vilaflor, hasta tanto el Consejo de la Isla determinase otra cosa, aspectos que serán motivo de confrontación entre Vilaflor y los nuevos pueblos durante buena parte del siglo XIX.

El contexto en el que tiene su origen el municipio de Arona es complejo, pues se sitúa en los estertores de un régimen absolutista, y donde las ideas liberales, herederas de la Ilustración, comenzaban a extenderse.

La Guerra de Independencia y el proceso revolucionario que le sigue propician una nueva organización político-administrativa del país. A raíz de la Constitución de Cádiz de 1812 se formaron los distintos municipios sobre las jurisdicciones parroquiales y en base a las antiguas juntas, también denominadas Ayuntamientos. El nuevo marco legislativo que ofrece la Constitución de 1812, junto con el decreto de las Cortes de Cádiz de 23 de mayo del mismo año, dará lugar en Arona a la elección, el 13 de septiembre de 1812, de nueve comisarios electores, quienes a su vez votaron a los dos regidores que correspondían al lugar, según el artículo 49 de dicho texto legal.

Los días 13 y 25 de diciembre de 1812 se procedió a la verificación de elecciones conforme a lo establecido por la Constitución gaditana. Pero está época estuvo marcada por la inestabilidad política, y así tanto las diputaciones como los ayuntamientos constitucionales dejaron de funcionar por Real Decreto de 30 de julio de 1814, para ser restablecidos el 30 de marzo de 1820, y cesado nuevamente el 16 de octubre de 1823, lo que lógicamente se verifica en Arona, con la dilación que imponía la llegada de las nuevas disposiciones al lugar. Los vaivenes políticos del reinado de Fernando VII se verán reflejados a niveles municipales, intuyéndose la represión a través de la memoria presentada por Gonzalo Espínola al Ayuntamiento de Arona en 1824, para que se informase sobre los cargos que había desempeñado y sobre su conducta. El Ayuntamiento califica favorablemente la actitud del citado Espínola, confirmando la fidelidad y respeto que había mostrado hacia el monarca.

Durante el resto del siglo XIX Arona vivió los cambios que la política nacional marcaba, con el dominio del los moderados en el poder, lo que se traducía a nivel local en un modelo centralizado, en el que la actuación de los alcaldes constitucionales estaba sometida a la superior aprobación de los jefes políticos o gobernadores civiles. El sufragio censitario, menos restrictivo en las etapas progresistas, excluía políticamente a la gran masa de población. Por ejemplo, en las elecciones de Diputados a Cortes y Diputados Provinciales de 1862, el número de electores ascendía a un total de 12, es decir, que la proporción de votantes era de uno por cada 170 habitantes. En las elecciones municipales el porcentaje era mayor, pero claramente discriminatorio, o sea, el número de electores ascendía a un total de 101, con una proporción de uno por cada 20 habitantes. Además, la cifra de elegibles se veía aún más reducida alcanzando solo a 67 personas que serían las que podrían acceder a los cargos de concejales.

Tras el derrocamiento de Isabel II la vida política se dinamiza. La conflictividad late en el ambiente y la confección de las listas electorales se convierte en un tema transcendental. La implantación del sufragio universal durante el Sexenio Revolucionario deja entrever una cuestión que se convertirá décadas más tarde en un problema nacional, nos referimos a la manipulación electoral, que practicada desde los inicios de la Restauración se ejercerá, de forma sistemática, a partir de la implantación, de nuevo, del sufragio universal con un gobierno Sagasta. En esta época los sufragios se realizaban bien en los locales de la escuela de instrucción pública situada en la Calle Nueva (Actual Domínguez Alfonso) o en las Casas Consistoriales.

Aspectos políticos en el siglo XX

El sistema político de la Restauración estuvo marcado por el dominio político de la burguesía agraria y exportadora, considerándose a principios del siglo XX que el caciquismo había arraigado profundamente, favorecida la manipulación política por el establecimiento del sufragio universal masculino. La dependencia hacia los grandes propietarios de la tierra hacía que incluso los que ejercían los cargos públicos manifestaran su dependencia. A los grandes partidos de la Restauración se sumarán otros, como la Unión Patriótica, que tratará de defender un programa regionalista, la unidad provincial y la resurrección de los cabildos insulares, siendo cabeza visible el aronero Antonio Domínguez Alfonso, convirtiéndose su hermano, el médico Eduardo Domínguez Alfonso, en el primer Presidente del Cabildo Insular de Tenerife en 1913.

En 1913 se constituía el Comité Republicano de Arona, a impulso de Francisco Espínola Bethencourt y Eugenio Domínguez Alfonso. La crisis del sistema político de la Restauración desembocará en 1923 en la Dictadura de Primo de Rivera, que se traducirá en la disolución del Ayuntamiento y en un fuerte golpe al Comité Republicano local, que aunque en teoría había nacido para luchar contra el caciquismo terminará formando parte del mismo. La Dictadura fue recibida con honores, asumiendo la alcaldía en 1924 Eugenio Domínguez Alfonso, por tanto, la misma oligarquía local que había dominado en años anteriores. El proyecto de institucionalizar el régimen mediante la convocatoria de una Asamblea Nacional, en Arona se concretará en la designación de Juan Bethencourt Herrera (consejero del Cabildo y concejal del Ayuntamiento) para que representara al municipio, aprovechando el prestigio que gozaba, pues no olvidemos que además de ser un destacado propietario era hijo del admirado médico y antropólogo Juan Bethencourt Alfonso.

El final de la Dictadura y el advenimiento de la II República no implicó en los primeros años un cambio en los protagonistas políticos, pues éstos formaban parte de la terratenencia local, es el caso del primer Alcalde republicano Juan Bethencourt Frías,  de los Domínguez Alfonso, Juan Bethencourt Herrera, José Tavío Sierra, Miguel Bello Rodríguez, etc., produciéndose un relevo significativo solo a raíz de las elecciones de 1936, momento en el que asumen la presidencia del Ayuntamiento los maestros  Antonio Díaz García y, posteriormente, Nicolás Álvarez Hernández.

Esta etapa estuvo marcada por un fuerte activismo, no en vano la numerosa colonia de jornaleros protagonizó algunas movilizaciones (1931, 1932, 1936), adquiriendo la Federación Obrera un notable protagonismo. La situación económica de estos años, como consecuencia del crack de 1929, agudizaba el problema del paro, agravado por la sequía e incluso por las plagas de langosta. En un estado de postración, con las explotaciones agrarias en la ruina, con la paralización del comercio, la única esperanza era el conseguir inversiones del Estado en infraestructuras, en concreto en la Carretera de Circunvalación, en la apertura de algunas pistas o en la construcción de algún puente.

Iniciada la Guerra Civil las Corporaciones democráticas fueron sustituidas por Comisiones Gestoras. Éstas debían estar integrada por los mayores contribuyentes, siempre que se caracterizaran por su apoliticismo y con la condición de que no hubieran estado ligados al Frente Popular. La de Arona estaría presidida provisionalmente por el propietario Eugenio Domínguez Alfonso. Como ocurría en otros pueblos se formó un grupo de Acción Ciudadana, que con la Falange asumirán la campaña represora.

El nuevo régimen se caracterizará por su intervencionismo en lo económico, en lo político y en el control social de la población. La represión fue importante – persecuciones, detenciones, palizas, paseos ejemplarizantes, rapado de cabezas y múltiples investigaciones para determinar las responsabilidades que hubieran tenido en el gobierno del Frente Popular–  aunque no alcanzó la virulencia de otros pueblos. Sin embargo, fue escenario de la muerte de vecinos de otro municipio que se habían significado dentro de la Izquierda (En las proximidades de La Camella fueron asesinados el médico José Rivera Fernández, el maestro de La Sabinita Manuel Solana y Sainz y su mujer Pilar García García, todos vecinos de Arico).

Conforme a la Ley de 17 de julio de 1945 las Corporaciones municipales estarían formadas por un alcalde y por un número variable de concejales, en función de la población del municipio.  La designación de los ediles se realizaba por tercios, así una parte correspondía a los representantes de los cabezas de familia, elegidos en comicios populares, otra parte era nombrada por los compromisarios de los organismos sindicales, y el último tercio era elegido por los representantes de los otros dos tercios entre los miembros de entidades económicas, culturales y profesionales, o entre vecinos de reconocido prestigio, propuestos por el Gobernador Civil.

En esta etapa formarán parte del gobierno local sobre todo personas pertenecientes a las clases medias, ya fueran comerciantes, industriales, maestros, etc. El último Alcalde en esta etapa fue José Morera Santana. En los años finales del Régimen se fue imponiendo la idea de construir un nuevo edificio consistorial en el solar que en el siglo XIX había albergado la casa rectoral, posteriormente la escuela de niñas y las dependencias municipales. El proyecto fue encargado al arquitecto Morató Arguüelles y fue inaugurado en 1979. En la gestión de los intereses locales podemos citar, por ejemplo, los proyectos escolares, la red de abastecimiento hídrico domiciliario o la construcción de las viviendas sociales de Cabo Blanco.

Tras la aprobación de la Constitución de 1978 se llevaron a cabo las primeras elecciones democráticas, tras el franquismo. En Arona los resultados repetían el esquema seguido en las generales, produciéndose el triunfo por mayoría absoluta de la Unión de Centro Democrático, alzándose con la alcaldía Luciano Reverón Reverón. Le sucedieron en el cargo, sin citar a los que lo han hecho temporalmente, Leocadio Toledo Tejera, Manuel Barrios Rodríguez, Mario Spreáfico García, Miguel Delgado Díaz, José Alberto González Reverón, Francisco Niño Rodríguez, José Julián Mena Pérez, ocupando el cargo de Alcaldesa por primera vez en la Historia de Arona la candidata del Partido Popular en 2023, Fátima Lemes Reverón.

Economía en la etapa contemporánea

En la etapa contemporánea la economía hasta la segunda mitad del siglo XX estuvo basada en la agricultura.  Los tradicionales cultivos de subsistencia se vieron complementados por un nuevo producto, la cochinilla, introducida en el Sur de Tenerife desde la década de 1830. La producción y la comercialización de este “cultivo” propiciaron una etapa de prosperidad desconocida en este espacio, teniendo en cuenta la carencia de manantiales y la escasez pluviométrica. Las plusvalías dejadas en este negocio, junto a capitales procedentes de América, permitió consolidar un grupo social, que, por un lado, pudo acceder a la propiedad de la tierra, cuando las leyes desvinculadoras lanzaron al mercado numerosas fincas y, por otro, pudieron invertir en la mejora de los pueblos, incluido el aprovechamiento  y trasvase hídrico desde las jurisdicciones vecinas. 
El descubrimiento de las anilinas químicas supuso un duro golpe para la economía de Arona, produciéndose la ruina de muchos. Hacia 1880 la crisis resultaba evidente y se tradujo en un aumento de la emigración hacia América.

Paralelamente se tratarán de buscar soluciones alternativas a la crisis de la cochinilla, refugiándose Arona en los tradicionales cultivos de subsistencia.
La solución vino de la mano de dos cultivos, la papa y los tomates, que se convertirían en cultivos de exportación. Para ello era necesario contar con agua para el riego, especialmente para poner en explotación los espacios costeros, donde las condiciones térmicas resultaban idóneas para las plantaciones de tomate. 

La nueva terratenencia, los Alfonso, los Domínguez, los Bello, los Feo, invertirán en la adquisición de aguas de Vilaflor y de Adeje y la trasladarán a los campos de cultivo por medio de costosas infraestructuras.

La apertura de nuevas galerías, la llegada de agua a través del Canal del Sur y del Canal Intermedio favorecerá el desarrollo del cultivo del plátano, hasta entonces solo residual por sus altas exigencias hídricas. La plataforma costera de Las Galletas será colonizada por este cultivo en el último tercio del siglo XX, gracias a los capitales de la inmigración palmera y de las tierras de prestación que cubrieron antiguas zonas de malpaíses.

La economía agraria se veía complementada con una producción ganadera, que tenía como motor el pastoreo de rebaños de cabras, y que aprovechaban los pastos de costa en las grandes fincas, y que se trasladaba a las zonas de medianías y a las cumbre, según lo requiriera la escasez de alimento. La pesca era el otro pilar de esta economía rural, pero con un número muy reducido de pescadores en el siglo XIX, cifra que irá aumentando al tiempo que se crean poblaciones estables en Los Cristianos y en Las Galletas, pues la pesca podía compatibilizarse con el trabajo en las plantaciones que fueron desarrollándose en el espacio costero, y en las labores de carga y descarga que en dichos lugares se efectuaban (El Puertito Viejo, el Muelle de Los Cristianos, El Porís en Las Galletas). La importancia de Los Cristianos en el tráfico marítimo se refleja en el hecho de que en 1931 visitaran la bahía 286 vapores y 80 veleros, datos que avalaban la necesidad de construir un buen puerto, obra que se inauguraba en 1935, experimentando en el futuro ampliaciones a fin de dar solución a las necesidades de tráfico de mercancías y de viajeros, especialmente con las denominadas Islas menores.

La función económica del municipio cambia a partir de la década de 1960, momento en el que se confirma la vocación turística o vacacional que tenía Los Cristianos desde antiguo. En el turismo de masas fue pionero Juan Reverón Sierra con el Hostal Reverón, que en el año 1965 contaba con 40 habitaciones.

Por estos años se construyeron  otros complejos turísticos en Los Cristianos (Rosamar, La Estrella, Cristianmar, Moreque). El otro punto de desarrollo turístico será el entorno de Las Galletas, donde se proyecta y construye, en propiedades de Cándida Peña Bello y José Antonio Tavío Alfonso,  una urbanización en su día modélica: Costa del Silencio, con la emblemática Ten-Bel. El tercer foco turístico fue el desarrollado en la Playa de Las Américas, que continuaría el proceso urbanístico iniciado en el colindante municipio de Adeje y que preveía enlazar con el Plan Parcial de Los Cristianos. La urbanización se llevaría a cabo en tierras de Antonio Domínguez Alfonso, quien formó sociedad con el Procurador en Cortes Rafael Puig Llivina, pasando la sociedad promotora tras el fallecimiento de Domínguez Alfonso al empresario Santiago Puig Serratusell. 
El turismo domina la actividad económica del municipio. Con sus beneficios y perjuicios continúa su expansión, no sin debate social. Los niveles de urbanización, el dinamismo demográfico y el predominio del sector terciario, no solo tensionan los servicios, sino que ponen en riesgo las actividades tradicionales, con un alarmante abandono agrario, incapaz de competir, entre otras razones, por la falta de agua. 

Patrimonio cultural

El patrimonio cultural de Arona muestra una gran riqueza, partiendo de los yacimientos arqueológicos hasta llegar a modelos artísticos emanados de la actividad turística.

Arona, capital, es un ejemplo de la riqueza arquitectónica local. En torno a la Playa del Cristo de la Salud, se encuentran modelos arquitectónicos de gran valor, grandes casonas, con maderas de tea y cubiertas con tejas árabes. Sobresale en este espacio la Iglesia de San Antonio Abad, que tiene su origen en una antigua Ermita. Las obras que se llevaron a cabo en la primera mitad del siglo XIX dejaron un edificio de planta basilical, a la que se le anexa una pequeña capilla y la sacristía. Su techumbre es a dos aguas, estructurada en tres cuerpos, y cubierta con teja árabe, vistiéndose el interior con una sencilla cubierta lignaria, artesonado de tres paños, de formas más complicadas en el presbiterio. La nave culmina en un bello retablo de madera policromada, proveniente del Convento franciscano de Adeje. La última restauración deja a la vista los signos de su origen. El frontispicio del templo se ve coronado por una espadaña de piedra, que descansa en un remate de cantería terminado en volutas.

Digno de atención es el coqueto Calvario, donde la cantería gris se alterna con la roja, y que data del último cuarto del siglo XIX. En  las obras de carácter civil destaca el estanque y los lavaderos públicos, signos de los avances que en los servicios se producen en la segunda mitad del siglo XIX, a la vera de la mejora del nivel de vida que se experimentó con el ciclo económico de la cochinilla,  
En la arquitectura doméstica destacan la que fuera casa de los Bethencourt, la Casa de la Bodega y la casa de los Baute, de titularidad municipal todas.

En el resto de los barrios se conservan ejemplos muy interesantes del hábitat tradicional, ya sea el conjunto de La Fuente o del Barranco en el Valle de San Lorenzo, con ejemplos aislados de gran belleza (Chindia….). En las áreas de costa la actividad turística ha dejado reducido el patrimonio arquitectónico tradicional a niveles ínfimos, pero aún se pueden apreciar algunos ejemplos.  
La iconografía religiosa nos ofrece ejemplos de gran valor histórico-artístico, comenzando por la primitiva talla de San Antonio Abad, y continuando con las imágenes de la Virgen del Rosario, la Virgen de la Concepción, la Virgen de los Dolores y el Cristo de la Salud. Por su antigüedad destacan en la Iglesia del San Lorenzo las imágenes del Santo Patrón y de la Virgen de la Encarnación, tallas que por sus características se datan en el siglo XVII.

La creciente urbanización del territorio, sobre todo en las zonas turísticas, ha favorecido un proceso de embellecimiento a través de representaciones escultóricas. Así en Los Cristianos, en la Playa de las Américas y en Las Galletas-Costa del Silencio pueden contemplarse obras de gran riqueza plástica, sumándose a este conjunto otras situadas en los distintos barrios. Ejemplo pueden ser las esculturas de María Belén Morales, López Salvador, Inma Serrano, Yamil Omar, José Abad, Eladio de la Cruz, Clemente Ochoa, Guillermo Batista, por citar solo algunos artistas.

BIENES DE INTERÉS CULTURAL Y MONUMENTOS NATURALES

Conjunto Histórico de Arona: El ámbito delimitado por el BIC acoge el área fundacional del núcleo de Arona, cuyos orígenes se remontan al momento de la fundación de la primitiva Ermita, erigida en honor a San Antonio Abad en el siglo XVII. En 1796 se eleva a la categoría de Iglesia parroquial, realizándose en la primera mitad del siglo XIX su ampliación. Destacan en el conjunto histórico las casas señoriales que rodean la parroquia, y el trazado en damero de sus calles. Es uno de los conjuntos históricos mejor conservados de la Isla.

Barranco del Rey: Dentro del entorno de protección se localizan hasta seis conjuntos arqueológicos y nueve unidades arqueológicas, de entre las que sobresale un importante conjunto de grabados rupestres distribuidos a lo largo del veril izquierdo del barranco. Al igual que sucede con numerosas estaciones existentes en la vertiente sur de Tenerife, los grabados se distribuyen sobre pequeños promontorios rocosos. En la zona de Tingufaya se identifican dos estaciones que concentran un importante número de paneles con grabados, mientras que la otra estación se ubica en La Rajona y alberga hasta doce paneles con grabados, asociados a diferentes yacimientos arqueológicos.

La Rasca: La zona arqueológica ocupa una amplia superficie de terreno en la que convergen valores culturales y naturales de gran singularidad. Se trata de tres entornos claramente definidos que albergan la mayoría de evidencias aborígenes, pero que forman parte de un mismo territorio de explotación: La zona del Malpaís, La Laguneta y las Mesas y Montaña de Guaza. Se trata de una zona de viviendas superficiales y estacionales.

Roque Chijafe: La estación se localiza sobre un importante apilamiento lávico, donde la erosión ha ido esculpiendo su característica morfología en forma de cerro, sobresaliendo un gran roque basáltico, parcialmente desmantelado. En la temática representada en los diferentes paneles, concurren una gran diversidad de motivos figurativos-geométricos o esquemáticos-geométricos, predominando las formas rectilíneas (aisladas o agrupadas), escaleriformes y cruciformes, así como trazos aislados y figuras de tendencia triangular. Respecto a la técnica utilizada predomina la incisión, combinándose con el picado discontinuo con indicios de abrasión y el rayado superficial.

Roque Igara: El conjunto arqueológico se localiza sobre un importante apilamiento lávico de la Serie I, del que destaca un gran pitón sálico parcialmente desmantelado como consecuencia de los intensos procesos erosivos a los que está expuesto. Dos de las estaciones se encuentran en el propio pitón, mientras que la tercera se localiza sobre un pitón fonolítico ubicado en la degollada que lo separa del Morro de Llarena. La temática representada es la misma que la que se puede encontrar en la mayoría de estaciones del Valle de San Lorenzo: motivos esquemáticos-geométricos ejecutados mediante la técnica de la incisión y el picado discontinuo, destacando los motivos rectilíneos.

Roque de Jama, La Centinela (Arona-San Miguel de Abona): El conjunto arqueológico se distribuye a lo largo de un gran afloramiento basáltico correspondiente a la Serie I, que está compuesto por los El Roquito, el Roque de Jama y La Centinela, principalmente.  Se trata de la mayor variedad y concentración de yacimientos arqueológicos del Sur de la Isla. 

Roque de la Abejera: El conjunto arqueológico se localiza sobre un prominente afloramiento basáltico de la Serie I, en el que los procesos erosivos han ido esculpiendo su característica morfología en forma de cerro. Los grabados conservados son  podomorfos (silueta de pie humano) de gran interés.  

Roque de Malpaso: La estación se localiza en el tramo central de un pitón o domo de rocas fonolíticas de 192 metros de altura. Contiene una estación  de grabados rupestres que, técnicamente, se han realizado  mediante incisiones de diferente profundidad, con dos tipos de motivos: Esquemáticos-geométricos (motivos rectilíneos, reticulados, cuadrangulares, triangulares, que configuran haces de líneas paralelas entre sí, y que se cortan perpendicularmente por una línea más gruesa. También aparecen algunos cruciformes).

Roque de Vento:  La estación se localiza en un imponente pitón de naturaleza sálica que aflora entre materiales antiguos correspondientes a la Serie I, que ocupa una posición relevante en el Valle de San Lorenzo. La temática  de los  grabados está integrada por motivos figurativos, que han sido definidos como podomorfos o siluetas de pies humanos, si bien existen autores que  utilizan el término "paracircular". Sobresale  un conjunto de cazoletas de diferentes dimensiones –algunas de ellas de origen natural y posteriormente agrandadas de forma artificial–.

Las Toscas: La estación se distribuye a lo largo de un amplio depósito de tobas traquiticas-fonolíticas procedentes del edificio volcánico de La Caldera del Rey. Estación de grabados rupestres formada por una compleja y extensa red de canales y cazoletas, que se distribuyen sobre un amplio depósito de pumitas. Es probable que en extensión, se trate de la mayor estación localizada hasta la fecha en toda la Isla.

Playa del Bunker, El Guincho (Playa de las Américas): Yacimiento paleontológico que comparte similares características a las de Punta Negra. Se trata de una rasa marina de escasa pendiente en la que se superponen diferentes estratos de naturaleza dispar. Así, sobre una colada basáltica se sitúa una “playa fósil” caracterizada por la presencia de cantos y arenas muy cementados sobre la que aflora en algunos puntos los restos de un sistema dunar fósil. 

Punta Negra (Las Galletas): Este depósito marino o playa levantada está constituida por un tramo de costa baja caracterizada por la presencia de cantos y arenas muy cementados y compactos, sobre la que aflora en algunos puntos los restos de un sistema dunar fósil que ha quedado parcialmente oculto por los cantos y bolos de cronología posterior.

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